12 marzo 2005

Irlanda, paisajes auténticos

Holly es una auténtica aventurera a la que le entusiasma viajar. Nos conocimos hará un par de años en Plymouth (Inglaterra). Yo me encontraba allí por tema de estudios, había decidido aprender inglés a marchas forzadas. El motivo que llevó a Holly a la costa del sudoeste de Inglaterra era distinto del mío, pero esa es otra historia. Realmente ella es de Irlanda, concretamente de Liscannor. Esta localidad pertenece a la región de Shannon, famosa porque el río que la recorre, del mismo nombre, es el más largo de Irlanda. El caso es que Holly se comprometió a enseñarme aquellas zonas de Irlanda que a su juicio merecían la pena, y precisamente por este motivo me llamó hace un mes. Me dijo: "Cris, ven. Es hora de que conozcas Irlanda". Y sin apenas pensarlo hice las maletas y tomé un avión con destino a ese país tan ajeno a mí. La primera noche la pasamos en su casa, en Liscannor, planeando la ruta que seguiríamos durante los siguientes días. No tenía muy claro lo que buscaba en realidad, lo único que sabía con certeza era que quería conocer la ciudad de los comunicadores, Edimburgo. Y este fue nuestro primer destino. Dicen del castillo de Edimburgo que aunque sus muros de piedra hayan sido testigos de los combates más crueles de la vieja Escocia, cuando el viajero lo contempla de cerca, más que una fortificación parece una mansión embrujada. Es muy impresionante, digna de ver.
Soy consciente de que cada ciudad tiene su encanto, pero no en todos los lugares se disfruta de la misma forma ni se vive el mismo ambiente, por lo que recomiendo que viajen a Irlanda si tienen oportunidad, sobre todo aquellas personas que disfruten de la montaña, del aire puro y de la naturaleza en general. En un paseo en coche se puede ver desde pintorescos prados, ríos y bosques hasta impresionantes montañas, lagos y playas desiertas, por ejemplo en Connemara.
Como aperitivo recomiendo una de las zonas naturales más hermosas de Irlanda, el llamado The Ring of Kerry. Es una carretera de cerca de 120 km. desde la que se divisan las mejores vistas de Irlanda. Si aun no os decidís a hacer el viaje, no tenéis más que indagar en la arquitectura del país, donde encontramos el castillo Kilkenny, con aspecto de fortaleza medieval y mucha historia tras de sí. Salimos hacia Rock of Cashel, visitamos la Swiss Cottage y paseamos por las calles de Cork, antes de dirigirnos a los pueblecitos costeros de Cobh y Kinsale. Para los más místicos, aquellos que crean en leyendas no pueden pasar sin hacer una pequeña visita al Rock Of Cashel. Actualmente se trata de un arzobispado, pero no quiero desvelar nada más de su leyenda, únicamente mencionarla.
Si hay algo que realmente me llamó la atención fue lo segura que me sentí en todo momento. No sabría decir si se trata del carácter de la gente o simplemente el entorno, pero en ningún momento me he sentido insegura en este país, ya no tan ajeno a mí. Recorrer las calles de cualquiera de los condados que atravesé podría equipararlo a dar una vuelta por un parque temático en el que te despreocupas de todo y no tienes más que disfrutar de lo que se presenta ante tí, una gozada.
En cuanto a la gastronomía, aunque la dieta irlandesa es considerada grasa y americanizada por la cantidad de sitios de comida rápida o "fast food", la cocina tradicional irlandesa es tan saludable como la propia dieta mediterránea.
Recomiendo probar el guisado irlandés, plato típico con unos ingredientes muy comunes: cordero u oveja, cebollas y perejil, recubierto de patatas. O el Dublín Coddle, que es una sopa consiste en salchichas trituradas con jamón y bacon cocido con patatas y cebollas. Y cómo no, el desayuno Irlandés: zumo de fruta y cereales o gachas de avena, a continuación café, te o chocolate, seguido de un plato que suele llevar beicon, varios tipos de salchicha, tomate asado, huevos y champiñón. Mmmm... se me está haciendo la boca agua.
No faltan paisajes maravillosos, gente amable y ricas comidas, ni vida tranquila en este rinconcito del mundo. Lo único que falta es que te acerques a descubrirlo por tí mismo, ¡a qué esperas!